miércoles, 28 de abril de 2010

OPINIÓN DE LA SERIE

Hola a todos. Me agrada mucho que haya algunas visitas cada día, no son muchas pero no me puedo quejar, algo es mejor que nada. Bueno, sólo informaron que debido a que estoy de exámenes (estoy ya en la recta final directo a la selectividad) he tenido poco tiempo para escribir y habrá un pequeño parón hasta que termine los exámenes.

Sin embargo, en este tiempo me gustaría saber qué es lo que opináis de la historia, si os sigue gustando (y si no es así, el por qué) y qué es lo qué creéis que va a ocurrir.

Gracias a todos aquellos que siguen leyendo "Cosas Que Resolver". Nos vemos en poco tiempo.

martes, 30 de marzo de 2010

CAPÍTULO 4 - Descubrimientos, dudas y muertes (FIN PARTE 1)

Aquí, al fin, dejo el cuarto capítulo con el que concluye la primera parte. ¡¡Espero que os guste!!


CAPÍTULO 4 – Descubrimientos, dudas y muertes


David y Ana estaban impacientes. La tensión aumentaba según el cronómetro marcaba menos tiempo.
00:10 00:09 00:08
David cogió la caja de metal y se sentó en la cama, al lado de Ana. Posó la caja en sus muslos.
00:03 00:02 00:01
La cuenta atrás había terminado. David y Ana miraron la caja esperando que algo ocurriera. Tan sólo se levantó la tapa de la caja, dejándola abierta. David examinó su interior. Le pareció muy extraño. Estaba vacía. ¿Tanto secreto para que su interior estuviese vacío? David introdujo la mano y rebuscó el interior esperando que su vista le estuviese engañando. Tenía que haber algo. La yema de sus dedos sintió algo frío. Era pequeño. Lo cogió, con dificultad, se le escurría. No consiguió averiguar que era hasta que no lo tuvo en frente y pudo observarlo bien. Se trataba de una llave. Una llave dorada y con una forma extraña.
-Una llave… ¿qué abrirá?
-No lo sé. Pero debe ser algo importante si papá lo guardo con tanto empeño.
El teléfono móvil de David comenzó a sonar. David lo sacó del bolsillo del pantalón y contestó la llamada. Era Lidia.
-David, necesito que vengas a mi casa ahora.- dijo Lidia. Se la notaba preocupada.
-¿Ocurre algo?
-Tengo que enseñarte algo.
-Yo también a ti…- terminó diciendo David al mismo tiempo que observaba la llave. Intentaba averiguar a dónde pertenecía.


Lidia estaba sentada en el salón escuchando el tic-tac del reloj cuando sonó el timbre. Se levantó deprisa, como si supiera el momento exacto en el que sonaría. Abrió la puerta. David estaba frente a ella.
-Pasa.
David entró. Fue al salón, seguido de Lidia.
-¿Qué era eso que me tenías que enseñar?
Lidia no contestó. No sabía cómo expresarse. Para evitar utilizar las palabras erróneas se incorporó y cogió la carta que había dejado encima de la mesita de café.
-¿Qué es esto?-dijo David cuando Lidia se la ofreció.
-Míralo por ti mismo.
David cogió la carta. Desdobló el papel que había dentro y lo leyó.
-Lo dejaron en el felpudo. Lo encontró cuando llegué de la universidad.
-¿Quién te ha enviado esto?
-No lo sé. Pero es como una adivinanza, ¿no crees?
David no escuchó esta última frase. Reflexionaba sobre quién había podido ser. También estaba atando cabos. La carta, la llave…
-No le des importancia. Ha podido ser un niño que leyó la esquela de tu padre en el periódico y ha querido gastar una broma pesada.
-No creo que haya sido un niño.
-¿Por qué?
-Antes encontré esto en la habitación de mi padre.- dijo mostrándole la llave dorada.- No creo que un niño tenga tanta imaginación.
Lidia observó la llave. De repente encontró la relación entre la llave y la carta. David ya hacía rato que también había dado con ellos, pero no lo comentó en alto porque creía que era algo evidente de averiguar.
-La encontré en un doble fondo del armario de mi padre.- decía David mientras Lidia terminaba de ordenar sus últimas reflexiones.
-Puede hacer referencia a: “debéis encontrar la llave que abre la puerta del misterio”. Pensé que era una metáfora.
Lidia se detuvo. Esperando algún comentario de David. En realidad esperaba sus felicitaciones por haber llegado a tal conclusión. Sin embargo, David se mantuvo callado.
-Esto en muy extraño. ¿Alguien está jugando con nosotros o qué?
-Si es así, no lo sabemos.
-¿Alguna idea?
-La verdad es que sí. Iremos a ver a Raquel. Vamos a pedirle un pequeño favor.


Raquel estaba sentada en frente de su portátil. Estaba en su hora de descanso, que aprovechó para conectarse a internet y abrir el chat que solía utilizar para charlar en sus ratos libres. Al poco tiempo de conectarse, también se conectó ALEX_2000. Abrió una conversación privada.
ALEX_2000: Hola amor. ¿Qué te parece si quedamos hoy para conocernos?
RAQUEL: :-S
Alex iba demasiado deprisa. Llevaban sólo dos semanas chateando, y a pesar de gustarle su compañía, no se sentía preparada. Por otro lado, no quería dejar escapar la ocasión de conocer al posible príncipe azul. Quizás si le rechazaba este huía.
RAQUEL: Bien, pero elijo yo el lugar.
ALEX: Como quieras. Yo me conformo con conocerte en persona.
RAQUEL: En una hora en la cafetería Radión. ¿Sabes cuál es?
ALEX: Sí.
En ese instante llamaron a la puerta. Raquel cerró el portátil acabando la conversación cuando oyó la puerta abrirse. Se giró y descubrió a dos viejos amigos que hacía bastante que no veía. David y Lidia entraron.
-¿Cómo vosotros por aquí?- preguntó Raquel. Estaba un poco extrañada de encontrarles ahí, en la comisaría. No le había comentado a nadie su nuevo trabajo. Seguro que se han enterado por Facebook, pensó para darle lógica.
-Hemos venido a pedirte un favor.
-Antes de nada.- le interrumpió Raquel al acordarse- siento mucho lo de tu padre. No he podido hablar contigo después del funeral.
-Gracias.- dijo David con la esperanza de cambiar de tema.
-¿Y cuál es ese favor?
-Queremos que nos ayudes.
Raquel se dirigió a la mesa de pruebas. David y Lidia se adentraron en la sala, asombrándose de todo el material que había en la sala.
-Me dejaron este sobre en el felpudo.- explicó Lidia al mismo tiempo que sacaba el sobre del bolso para enseñárselo a Raquel.- Creemos que puede estar relacionado con la muerte de Juan.
-Esperad un momento. ¿Relacionado con la muerte de tu padre?- dijo Raquel que estaba alucinando.
-Creemos que fue un asesinato.- explico David.
-Eso es imposible. La autopsia fue clara…- Lidia se veía a sí misma en Raquel. Ella había tenido la misma conversación con David, y por eso sabía que tampoco Raquel conseguiría cambiar su opinión.
-Ya sé lo que dice la autopsia. Si quieres ayudarme te lo agradeceré, sino buscaré ayuda en otro lado.- David estaba harto de que le cuestionaran su opinión, y no estaba de humor para volver a explicar los motivos de su deducción.
Raquel pensó. Estaba entre la espada y la pared. Por un lado quería ayudarle pero por otro pensaba que era una completa locura adentrarse en algo así.
-Tengo una pregunta…-dijo Raquel temiéndose la peor contestación por parte de David.
-Por favor no hagas preguntas. Esto ya es muy difícil para mí.
Raquel ya había tomado una decisión.
-Está bien. Contadme.
Ambos, David y Lidia, se alegraron de que aceptara. Les sería de gran ayuda en su investigación.
-¿Podrías buscar alguna pista que nos ayudara a averiguar quien envió esto?
-Sí, claro.- dijo al mismo tiempo que cogía el sobre y lo inspeccionaba buscando algún rastro posible.
-Hay algo más todavía…
Raquel y Lidia le miraron. Lidia le miro expectante, sin saber de qué se trataba con certeza, aunque lo podía intuir.
-Buqué entre las cosas de mi padre- le explicó David a Raquel- y encontré está llave. ¿Sabes de qué puede ser?-
Sacó la llave del bolsillo y se la dejó a Raquel. Le resultaba familiar, pero con aquella extraña forma le costaba recordar de que. Al fin se acordó.
-Creo que sí…-dijo dudosa esperando confirmar su sospecha.
Raquel rebuscó en el escritorio. Abrió cajones, revolvió papeles… dejando asombrados a David y Lidia, que no sabían lo que buscaba con tanto ímpetu. Sacó de uno de los cajones un taco de folios impresos por ordenador y unidos por una grapa.
Raquel comenzó a pasar las hojas, observando su contenido a tal velocidad que parecía imposible que le hubiese dado tiempo a ojearla entera. Después de haber pasado la mayoría y parecía no haber tenido suerte, se detuvo en una. David y Lidia estaban estupefactos, seguían observando sin saber qué tramaba Raquel.
-El otro día nos enviaron este listado de llaves de bancos de seguridad, porque ronda un ladrón…- comenzó a explicar Raquel cuando se dio cuenta de la cara de ambos. Pero se detuvo al recordad una de las reglas que le había mencionado Mónica sobre el trabajo: “no podía hablar de los casos llevados a cabo por la comisaría”.
Le dio el taco de folios a David, quien observo la imagen que le señalaba Raquel con el dedo. Era una réplica exacta de la que había encontrado.
-Es esta.
-Os avisaré si consigo averiguar algo.- dijo Raquel al darse cuenta de la hora que era.


Cuando Raquel se quedó sola en la sala criminalística, lo primero que hizo fue sentarse en frente del ordenador y conectarse a internet para comprobar si Alex seguía conectado, pero lamentablemente por ella, no lo estaba.
Se levantó y, un poco decepcionada porque quería hablar con él un rato más durante su descanso, se acercó a la mesa de pruebas. Se consolaba pensando que en media hora le vería en persona.
En la mesa de pruebas observó el sobre, no sin antes haberse puesto unos guantes de látex. No parecía haber nada de provecho en él, pero tenía que asegurarse.
Cogió una probeta en la que había un líquido azul. Con un cuentagotas cogió un poco de auqel líquido. Lo hechó en otra probeta donde había un líquido de color verde. Se concentró ya que solo tenía que dejar caer tres gotas. Removió la probeta para que ambos líquidos se mezclaran. Pasó de un color verde a un color morado en apenas tres segundos. Con otro cuentagotas absorbió un poco de esta nueva mezcla. Vertió unas gotas en la solapa del sobre. Si esta se volvía de color amarillo significaba que habían utilizado saliva para cerrarlo y tendría una prueba contundente. Si no cambiaba de color no tendría nada. El proceso no era difícil, pero tardaba unos segundos en hacer efecto.
Raquel esperaba impaciente el resultado. Era la primera prueba científica que realizaba después de la universidad.
El sobre cambió de color…
-Ya te tengo.- dijo Raquel con una sonrisa pícara en los labios.


Ahora que ya tenía el ADN de la persona que había dejado el sobre en el felpudo de Lidia no podía hacer nada sin tener una muestra más con la que compararla.
Acababa de recordad la muestra que tenía del hombre de la sala forense. No tenía motivos para realizar tal prueba, pero al menos le ayudaría a mejorar con el programa informático del cual no tenía ni idea de cómo utilizarlo.
Abrió el programa y en la pantalla aparecieron dos pequeños recuadros. En la barra lateral aparecían dos nombres: el primero desconocido, y el segundo, Juan García. Arrastró ambas a cada recuadro. Pensó en cuál sería el siguiente paso. Cliqueó en el botón “Comparar”. Un recuadro pequeño apareció en el centro de la pantalla, indicaba el porcentaje del proceso.
Raquel miró el reloj. Marcaba la una del mediodía. Tenía que irse a la cita con Alex. Se le había pasado el tiempo volando.


Raquel salió de la comisaría. Anduvo por la acera. Estaba nerviosa. Tenía buenas impresiones de Alex, pero prefería no fiarse ni acerca muchas ilusiones por si acaso no resultaba ser como ella pensaba. Llegó a la cafetería Radión.
Al llegar no fue difícil encontrarle porque estaba de pie, en la terraza de la cafetería, haciéndole gestos para que se acercara. Se sentó con él un poco avergonzada.
-Hola, eres mucho más guapa en persona.- flirteó Alex.
-Gracias.
Un camarero se acercó con una bandeja y les sirvió unos refrescos.
-Me he tomado la libertad de pedirte una cola. No te importa, ¿verdad?
-Claro que no. Gracias.
-Bueno, cuéntame algo se ti.- dijo Alex mientras Raquel daba un sorbo de cola.
-¿Algo en especial?
-Cualquier cosa.
-No sé…
Raquel apartó la vista de él y miró a su alrededor buscando inspiración. Se le daba fatal descirbirse a sí misma. Pensaba que eso era algo que era mejor que lo hicieran los demás por ella.
En un callejón, no lejos de allí, una persona encapuchada entró en el callejón empujándo a una mujer que parecía asustada. Sacó una navaja del pantalón.
Raquel, sin saber cómo había acabado observando esa escena, se percató de que Alex le estaba hablando.
-¿Se te ocurre algo?
-Debo irme.- dijo cortante Raquel.
Precipitadamente Raquel se levantó. Sintió la necesidad de socorrer a la mujer. No se explicó si fue por ser una buena persona o por tener un trabajo en la comisaría que había despertado su espíritu de policía, a pesar de no serlo.


Tras correr toda la calle abajo, esquivando a todos los viandantes, se detuvo en frente del callejón. Se sorprendió al no encontrar a nadie. Se adentró, sigilosamente. Definitivamente no había nadie.
Alguien la sorprendió por detrás. La empujó hasta ponerla contra la pared. Raquel estaba atemorizada. No pudo reconocer a su atacante por el pasamontañas que llevaba puesto, pero si pudo oler el pestazo a alcohol y a humo que traía consigo. Aún así, puso adivinar que se trataba de un hombre.
-¿Quién eres? Soy policía.-mintió Raquel. Su voz temblaba, lo cual dejaba al descubierto su miedo.
-Alguien que quiere ayudarte.- dijo su asaltante. Estaba usando un distorsionador de voz.
-Ayudarme en qué.- pregunto curiosa Raquel.


Alex había seguido con la mirada a Raquel para averiguar por qué Raquel se marchó tan precipitadamente. Había visto como ella se adentraba en el callejón y era sorprendida. Salió corriendo en su ayuda, tal y como había hecho ella minutos antes.


Al llegar al callejón no podía distinguir nada por curiosidad. Se adentró y, lentamente, distinguió una figura en el suelo. Se quedo petrificado. Era Raquel. Un charco de sangre la rodeaba. Alex se tiró al suelo. La examinó el tórax intentando encontrar el origen de la hemorragia, pero no tuvo éxito. La coge la mano y la miró con ternura. Sus ojos estaban a punto de derramar las primeras lágrimas en mucho tiempo.
-Raquel, ¿qué ha pasado?
-M…M…Me han acuchillado.- dijo Raquel con gran dificultad. Estaba muy débil y se quedaba pálida por segundos. Tenía la mirada perdida.
Alex sacó el móvil del bolsillo. Marcó un número de tres cifras: el 112.
-¡Por favor, necesito una ambulancia! ¡Estoy en el callejón que hay cerca de la cafetería Radión!-colgó.
Volvió a estrechar con fuerza la mano de Raquel, como si fuera un método para traspasarla sus fuerzas. Pero no funcionaba, Raquel se moría.
-No te mueras, todavía no… Dime quién te ha hecho esto.
Raquel intentó articular palabra con la intención de desvelar la identidad de su asesino, pero la debilidad pudo con ella. Alex sintió como la mano de Raquel perdía fuerza al mismo tiempo que su cabeza caía hacía un lado. Alex no pudo contener más sus terribles ganas de llorar.
Las sirenas sonaban a lo lejos, acercándose. Dos sámur salieron de la ambulancia corriendo.
-Por favor, apártese. Déjenos trabajar.- dijo uno de ellos.
Alex se alejó, pero no perdió detalle de la escena. Los dos médicos comenzaron un masaje cardíaco. Alex se percató de la gran multitud de gente que se había aglomerado en la entrada del callejón, curiosos por lo ocurrido. Para cuando Alex volvió a prestar atención a los dos médicos, uno de ellos ya había parado, con la cara totalmente seria. Le tomó el pulso a Raquel. Miró a su compañero que proseguía con el masaje.
-Déjalo, está muerta.
Esa frase afectó a Alex más de lo que imaginaba. A pesar de saber que había muerto antes de llegar la ambulancia, todavía tenía la esperanza de que consiguiera sobrevivir.
-Hora de la defunción…-dijo uno de los médicos mirando su reloj- trece y veintidós.


La gran multitud seguí la escena con gran atención. Observaban como metían una camilla con un cadáver en la ambulancia. Se oía un leve murmuro. Se preguntaban unos a otros sobre lo sucedido sin obtener respuestas.


En aquel mismo instante, en la sala criminalística de la comisaría, se terminaba el proceso de comparación de ADN. Tras indicar que había llegado al 100%, el cuadro desapareció, para dejar paso a otro en el que se podía leer:
“MUESTRAS DE ADN A COMPARAR: JUAN GARCÍA Y DESCONOCIDO—
CONINCIDENCIA ENCONTRADA”.




Fin Parte 1

viernes, 12 de febrero de 2010

CAPÍTULO 3 - Nuevos Acontecimientos

Al fin llegó el capítulo 3. Aquí os lo dejo. Espero que os guste y que lo disfruteis. No olvideis comentarlo por favor. Gracias.

CAPÍTULO 3 – Nuevos Acontecimientos


Raquel entró en la comisaria. Sujetaba una carpeta de color azul, tamaño folio, donde llevaba el currículo, un título que certificaba sus estudios y fotocopias de su DNI.
Al entrar pudo divisar una mesa como la de cualquier recepción de oficina en la parte izquierda; mientras que en la parte derecha había un arco que en realidad era un detector de metales por el que debían pasar las personas antes de entrar al interior. Estaba supervisada por un guarda.
Tan sólo había tres personas esperando en el detector. Raquel se puso detrás de la última. Desde allí pudo ver a una mujer alta y morena que bajaba las escaleras. Podía percibir cierto aire de superioridad en su actitud.
La mujer morena se acercó a la mesa de un joven vestido de uniforme que hablaba por teléfono.
-…vale. Gracias.- terminó de decir el policía cuando la mujer posó sus manos en la mesa.
-¿Has conseguido localizar a Rodrigo?-.
-No hay rastro de él por ninguna parte, Mónica.
Raquel, desde la fila, pudo ir la conversación. La mujer alta y morena era Mónica, la persona que buscaba. Decidida, abandonó la fila y se adentró en la comisaría. El guardia que vigilaba el detector de metales se fijó en la intromisión. Se acercó a Raquel y la cogió del brazo.
-¡Eh, usted! ¿Dónde cree que va?- dijo mientras se dirigía a Raquel.
-Tengo que hablar con esa mujer, con Mónica.
-Antes debe pasar por el detector de metales.- dijo sin soltarla l brazo.
-Vale, pero suélteme.- Raquel intentaba soltarse, sin éxito.
El guardia tiró de ella. No quería soltarla hasta que estuviese de nuevo en la fila. Ya se le había colado más de una persona y se había ganado más tarde una reprimenda por el comisario.
-¡Suélteme!- gritó Raquel.
El grito fue más alto de lo que esperaba. Se dio cuenta de ello al ver a todas las personas mirándolos para enterarse de lo que ocurría.
Mónica, desde la mesa del joven policía, observaba la escena también. Se acercó a ellos.
-¿Qué ocurre aquí?
-Esta señorita quería colarse.
-¡Eso es mentira! Yo sólo quería hablar con usted.- dijo mirando a Mónica.
-¿Conmigo? ¿Por qué?
-Solicité el puesto de criminalística. Ayer me llamaron y me dijeron que me pusiera en contacto con usted.
-Está bien. Suéltela.
El guardia soltó el brazo de Raquel. Mónica debía ser una persona muy influyente allí para que el guardia la hubiese obedecido inmediatamente.
La gente dejó de mirar. La escena había acabado, ya no había nada de interés.
El guardia volvió a su puesto, en el detector de metales, desdichando a ambas mujeres.


Lidia acababa de salir de la última clase del día. Salió a la calle. Mientras buscaba su coche en el aparcamiento, buscaba su teléfono móvil en la mochila que llevaba colgada al hombro. Lo consiguió encontrar cuando ya estaba en el coche, y, ya sentada en el asiento del piloto, marcó el número de teléfono de David.


David estaba sentado en frente de la barra de la cafetería de su universidad. Tomaba un café con leche mientras miraba una foto suya con Juan y Ana. La miraba con nostalgia, recordando los buenos tiempos, aquellos en los que Juan no estaba enfermo y él no tenía problemas con su hermana. Sus pensamientos se vieron interrumpidos por el sonido del teléfono móvil. Lo sacó del bolsillo del pantalón y contestó la llamada, no sin mirar antes que era Lidia quien llamaba.
-Dime Lidia.
-Ya he hablado con mis profesores…
-¿Y qué han dicho?
-A eso iba. Aquellos que han investigado algo parecido me han recomendado que empecemos a buscar por sui entorno más cercano. Buscar algo que te resulte extraño que fuese de él.
-Gracias.- dijo David a la vez que colgaba la llamada.
David terminó de un sorbo lo que le quedaba de café. Miró por una vez más la fotografía de su padre con él y Ana y la guardó en el bolsillo. Pagó la cuenta y se marchó.


Raquel y Mónica andaban por un pasillo de la comisaría. Raquel seguía a Mónica. Se fijaba en los carteles de las puertas.
-Supongo que ya la habrán informado de todo lo relacionado con su puesto de trabajo.
-La verdad es que no. La única información que tengo es la que me dieron por teléfono.
-Está bien. Yo la informaré. Usted, como ya sabe, es la nueva criminalística de la comisaría. Se encargará de: hacer las pruebas necesarias de la escena del crimen; también buscará posibles pruebas en difuntos; y lo más importante, mantendrá la boca cerrada sobre cualquier investigación que llevemos a cabo. Tendrá que ser muy discreta.
Mónica se paró en seco. Raquel tuvo también que hacerlo para no chocarse con ella.
-¿Entendido?- dijo Mónica desafiante.
-Entendidísimo.- Raquel no quería sonar burlona, pero no pudo evitarlo.
Siguieron andando por el pasillo.
-Venga después a mi despacho para firmar el contrato.
-De acuerdo.
Mónica volvió a pararse, pero con otro fin que el de intentar asustar a Raquel. Estaba pasmada mirando una puerta.
-¿Por qué nos paramos aquí?- preguntó Raquel.
-Mire.- le contestó Mónica indicándole el cartel de la puerta.
Raquel giró la cabeza y se quedó boquiabierta al verlo. En la puerta había una chapa de color oro colgada, en la cual podía leerse: “SALA CRIMINALÍSTICA: RAQUEL ROMANO”


Lidia terminó de subir las escaleras que daban a la puerta de su apartamento. Sujetaba las llaves en la mano. Introdujo la llave en la cerradura y la giró un par de veces. Entró en el apartamento. Al pisar el felpudo notó algo extraño. Miró hacia el suelo. Había algo blanco bajo su zapato. Levantó el pie y pudo distinguir un sobre que llevaba su nombre escrito. Se agachó para cogerlo. No llevaba remite. Miró a ambos lados del pasillo buscando al autor, pero no encontró nada, sólo oscuridad. Se metió en el apartamento.
Después de haber dejado la mochila y el abrigo en el perchero, se sentó en el sofá con el sobre en las manos. Lo abrió sin dudarlo. En el interior había un papel doblado un par de veces. Lo sacó y lo desdobló.
“El difunto escondía muchos secretos. Debéis encontrar la llave que abre la puerta del misterio.”
Lidia se asustó. Quienquiera que hubiese escrito la nota y hubiese dejado el sobre en el felpudo de su casa sabía que Juan había muerto y hacía referencia a él, pero… ¿de qué misterio hablaba?


Raquel entró en la sala criminalística. Era grandísima y estaba equipada con todo el material que necesitaría, hasta para las cosas más inusuales.
-Este será su lugar de trabajo.- la informó Mónica.
-¿Cuándo empiezo?
-¿Le parece bien ahora?- estaban cortos de personal, así que aprovecho su oferta.
-¿Ahora?- le parecía un poco precipitado, pero tenía unas ganas irresistibles.
-Por desgracias, en esta comisaría nunca sobra el trabajo. Si está dispuesta, puede empezar ahora mismo.
-Vale.
-Bien.- se alegró Mónica de la elección de Raquel.- Ayer trajeron un cadáver. Está en el depósito. Ve allí y saca sus huellas. Está en la cámara 10.
-Vale.
Mónica se acercó a Raquel y la miró fijamente.
-Y hazlo rapidito.- a pesar de agradecer sus ganas de trabajar no podía dejar de ser exigente en su trabajo.
Raquel asintió con la cabeza. Una vez que Mónica se había ido, dio un brinco de alegría, no sin antes volver a comprobar que la sala estaba vacía.


David estaba de pie observando el desastre que había en la habitación de su padre. Había buscado algo raro, y al mismo tiempo había descolocado todo. Se sentía desanimado. Su teoría se iba desvaneciendo poco a poco sin él poder hacer nada.
Ana pasó por delante de la habitación y se paró para observarla.
-¿Qué ha ocurrido aquí?
David la miró. No se había percatado de su presencia.
-Nada. Sólo buscaba algo, pero no he tenido suerte.
Ana se sentó junto a su hermano en la cama.
-¿Quieres perdonarme?
David la miró.
-Quiero que me perdones. Me he dado cuenta que tienes razón. Nunca me perdonaré haber faltado al funeral de papá pero es que el trabajo me dejó tan ciega…
David abrazó a Ana.
-¿Esto significa que me perdonas?
-Creo que sí.- dijo David con una sonrisa en los labios.
Ana miró una foto que había en la mesilla de noche. Era de Juan junto con Verónica, su mujer.
-Me cuesta creer que se haya ido.
-Nos costará algún tiempo asimilarlo, pero no tenemos más remedio.
-Yo voy a estar contigo para superarlo. Juntos.
Los dos sonrieron y volvieron a abrazarse.
En el silencio se pudo escuchar un tic-tac, como el de un reloj. Los dos se extrañaron porque era un ruido metálico, no como el de un reloj convencional.
-¿Qué es eso?
-No lo sé. Pero viene del armario.
David se levantó.
-¿No será una bomba?
-No digas tonterías.
David abrió el armario. Escuchó con atención. El ruido procedía de la parte de abajo del armario. Abrió los cajones uno por uno revolviendo la ropa que contenía. Uno por uno los registró, cada vez más nervioso por no encontrar nada a pesar de estar seguro que procedía de ahí.
-Aquí no hay nada.
-Pero el ruido procede de aquí.- dijo Ana.
Apartó a su hermano y comenzó a buscar ella. Busco en la profundidad. En el último cajón encontró en la superficie una línea casi imperceptible. Comprobó que podía abrirse pero ella no tenía la fuerza suficiente para conseguirlo.
-He encontrado algo.
David acudió allí. Al ver que su hermana no podía la apartó y probó el. Utilizando toda su fuerza consiguió abrirlo. Era un fondo falso. Lo abrió haciendo chirriar las bisagras. Ambos miraron el interior intirgados. David sacó lo que contenía el escondite. Era una caja de metal con un contador. Una marcha atrás comenzó.
-Parece que papá tenía algún secreto que no quería que se desvelará.


Raquel entró en el depósito. Maldijo al forense por no estar allí. Ella creía en el más allá, en los espíritus y todo lo relacionado con el asunto, por lo que le era bastante respetuoso estar en un lugar lleno de cadáveres.
Abrió la cámara 10 y sacó la camilla. El cadáver estaba cubierto con una sábana. Lo destapó. Su cara le resultaba familiar, pero no le dio importancia.
Sacó de la bandolera que llevaba, un tampón y una ficha. La ficha era para dejar allí sus huellas marcadas, tenía un recuadro para cada huella de los dedos. Cogió la mano del cadáver sin poder evitar sentir asco. Mojó sus huellas en la ficha. Sopló el papel para que la tinta se secara más rápido y lo metió de nuevo en la riñonera. Sacó un bastoncillo y lo introdujo en la boca del cadáver. Lo metió un una bolsa de plástico para que no se perdiera el ADN y lo metió de nuevo en la riñonera. Ya había acabado.
El cadáver tenía una nota en el dedo gordo del pie, atada con una fina cuerda. Eran sus datos personales:
NOMBRE: JUAN GARCÍA
EDAD: 55
PESO: 100 kg.
ALTURA: 179cm
Era Juan, el padre de David…

domingo, 31 de enero de 2010

CAPÍTULO 2 - Asesinato

Aquí llega el segundo capítulo de Cosas que Resolver. Espero que os guste, y si es así, no dudeis en difundir el blog y comentar. Gracias.


CAPÍTULO 2 - ASESINATO



David estaba frente a Ana replanteándose si debía dejarla entrar o no. Tras varios instantes pesando en los pros y los contras, decidió dejarla entrar. Al fin y al cabo no tenía otra elección. Esa también era su casa.
David se apartó, lo que Ana interpretó como una señal de confirmación a su pedida. Cogió las maletas que hacía unos minutos había dejado en el suelo junto a ella, y entró. A continuación David cerró la puerta.


Raquel Romano se encontraba en el salón de su casa el jueves por la noche. Estaba sentada en el sofá, con su ordenador portátil en su regazo. Mantenía una conversación privada en un chat de Internet con un tal Alex_ 2000.
RAQUEL: Entonces, ¿Tienes ganas de verme?
ALEX_2000: Estoy deseándolo. ¿Cuándo te
viene bien?
Raquel se rió.
RAQUEL: ¿No crees que vas un poco deprisa?
ALEX_2000: No.
Sonó el teléfono interrumpiendo la conversación.
RAQUEL: Vengo en un segundo. Me llaman por
teléfono.
ALEX_2000: Vale.
Raquel cogió su portátil y lo dejó en la mesita de café donde tenía apoyados los pies. Se estiró todo lo que pudo, apoyando el costado en el sofá para intentar alcanzar el teléfono inalámbrico. Cuando consiguió tenerlo en la mano, contestó la llamada.
-¿Sí…?
-¿Hablo con Raquel Romano?- dijo una voz de mujer al otro lado del teléfono.
-Sí, soy yo. ¿Quién llama?- Raquel se asustó un poco. No era muy habitual que alguien desconocido la llamara a las diez de la noche y además supiera su nombre.
-La llamo de la comisaría del centro.- informó la mujer.
Raquel se tranquilizó. No era un psicópata. Pero…
-¿La comisaría? No me lo diga. Han vuelto a detener a mi padre por escándalo público. Mira que le dije que por mucho que la calle fuera de todos no podía desnudarse y perturbar a las señoras mayores.
-Eh… No la llamo por eso.- dijo la mujer desconcertada.- La llamo por trabajo.
-¿Trabajo?
-Sí. Pásese mañana por la comisaría y pregunte por Mónica. Ella le informará de todo.
-Gracias.
Raquel colgó el teléfono y lo dejó donde estaba. Feliz, volvió a colocarse el portátil en el regazo y continuó con la conversación del chat con Alex_2000.


Ana entró en el salón siguiendo a David.
-Todo sigue igual que cuando me fui.-dijo Ana mirando a todos los lados.
David se paró en seco. Ana también lo hizo.
-Aunque para ti no ha pasado demasiado, ¿no?- David parecía resentido.
-David, no saques el tema.- dijo Ana al mismo tiempo que soltaba las maletas.-Acabo de llegar de viaje y estoy muy cansada. Lo único que me apetece es tumbarme en la cama y dormir tranquilamente toda la noche.
-¿También estabas cansada esta mañana para venir al funeral de papá?
-Lo siento.- Ana parecía convincente, pero David sabía que lo siguiente sería una excusa.- Estaba viniendo a España. He venido lo más rápido que he podido. Cogí el primer vuelo en cuanto me enteré de la muerte de papá. Y, ¿sabes qué era lo que más quería en ese momento?
-Sorpréndeme.
-Estar contigo…-Ana estaba a punto de emocionarse.- Y poder apoyarnos. Y ya lo sé,- dijo al ver la cara de indiferencia de David- he llegado un poco tarde.
-¿Un poco tarde?- David se enfadaba por segundos.- El funeral de papá fue por la mañana y tú te presentas a la hora de dormir.-
-Sabes muy bien que no ha sido culpa mía. No tienes ningún derecho a colocarme una soga al cuello.-
Ana comenzaba también a hartarse. El comportamiento de su hermano no era el más adecuado. Le había intentado comprender su enfado. Pero si él no intentaba lo mismo con ella, no podría evitar enfadarse.
-Sabías que papá estaba enfermo. Te llamé, te envié e-mails, deje recados a tu servicio. Pero tú ni si quiera tuviste la decencia de contestarme. No me jodas Ana. ¡La familia es más importante de los negocios!
-Las cosas no son tan fáciles como tú las pintas.- Ana ya no lo podía soportar más.- Tenía que preparar muchas cosas en muy poco tiempo para poder marcharme. Lo hice lo más rápido que pude. No sé por qué no puedes comprenderlo. Mi vida está allí y no puedo dejarlo todo cuando tú me llames porque te sientes solo.
-Te fuiste nada más enterarte de que papá estaba enfermo.
-No. Era la oportunidad de mi vida.
-Y no has vuelto por la misma razón por la que te fuiste. No querías hacerte cargo de la persona que odias.
Esa fue la gota que colmo el vaso de Ana.
-¡BASTA YA! Estoy cansada de todo esto. ¿Dónde puedo dormir?
-En tu habitación. ¿Recordarás dónde está?- dijo David con sarcasmo.- Aunque no será por mucho tiempo.-
-¿Qué significa eso?- Ana no comprendió por qué dijo su hermano esa última frase.
Mientras Ana hablaba David se había dado media vuelta dispuesto a irse.
-¿No creerás que papá te haya hecho heredera mayoritaria?- David no se giró en ningún momento para ver la reacción de Ana, aunque le hubiese gustado.
-¿Por qué dices eso?- dijo Ana en tono desafiante.
David al fin se giró y miró a su hermana con toda la rabia que pudo contener en su mirada.
-¿Quién creer que heredará más: él que ha cuidado de él hasta su muerte; o la que se fue a Nueva York nada más enterarse de su enfermedad?- Ambos sabían la respuesta.
David se fue al terminar de hablar, sin esperar una respuesta de su hermana.
-No necesito nada de ti ni de papá. ¡Tengo dinero suficiente para vivir!


Ana había deseado toda la vida ser la directiva de una gran empresa multinacional., Era un sueño que veía con dificultad cumplirse. Era una buena estudiante de letras, aunque los números no se le daban mal. Pero los estudios no eran su mayor problema. Su padre tenía que hacerse cargo de dos adolescentes con un puesto de trabajo en una fábrica ganando 600 euros y como sabía que a través del dinero de su padre no lo conseguiría, se pudo a trabajar en los veranos de camarera y durante el curso de profesora particular de inglés. Consiguió acabar la carrera con matrícula de honor.
Una tarde, mientras tomaba un refresco con unas amigas en una cafetería del barrio, recibió una llamada de un tal Sr. Thompson. Notó su gran acento inglés cuando habló con él, pero no le importó porque le acababa de dar la noticia de su vida. Quería que formara parte de su equipo de ayudantes en su empresa.
Al llegar a casa estaba eufórica. Se encontró a su padre sentado en el sofá junto a su hermano David. Tenías unas caras sombrías.
-¿Qué ocurre?
-Tengo cáncer.
Era la segunda noticia más importante de su vida. No sabía cómo podía haber cambiado su vida en tan sólo unos minutos. Ella no quería desperdiciar su oportunidad laboral, pero tampoco quería dejar a su padre en un momento tan difícil. Estaba indecisa.
Tras toda la noche en vela, pensando sobre el asunto y contando con la aprobación de su padre, decidió marcharse a EEUU para trabajar. Prometió ir un fin de semana al mes para visitarles, pero el trabajo fue complicándose y comprometiéndola más y esas visitas mensuales fueron reduciéndose hasta quedar en visitas anuales en las fiestas navideñas.


A la mañana siguiente Ana se levantó temprano. No eran más de las ocho. Fue a la cocina y se preparó un café. Quería hablar con su hermano, esperando que no se convirtiera en una discusión como la de la noche anterior.
Tres cuartos de hora más tarde apareció David por la puerta.
-Bueno días.
David la ignoró. Abrió el armario y cogió una taza.
-He estado pensando sobre lo de anoche.- David se preparaba el desayuno. Continuaba ignorándola, pero ella seguía hablando.- Sé que estuvo mal no haber estado en el funeral y quiero pedirte disculpas.
David paró de echarse café en la taza y dio media vuelta.
-Lo siento.- dijo Ana.
-¿Es una casualidad que me pidas disculpas la mañana siguiente a la noche en la que mencioné el dinero de papá?
- Papá no tenía un duro. La herencia no tiene nada que ver.
-No debiste faltar ni por trabajo ni por nada.
-Estoy tratando de pedirte disculpas, pero tú no quieres escucharlas.
-¡Se murió tu padre, joder!
David se dio media vuelta y tiró el café que se acababa de preparar por el desagüe.
-Ya, pero…- Ana se detuvo al ver como su hermano salía de la cocina.- Estamos hablando, ¿a dónde vas?
-Yo ya no tengo nada más que decir.
Segundos más tarde se oyó la puerta principal abrirse y luego cerrarse, de un portazo.


La casa de Lidia era más bien pequeña, pero era acogedora y suficiente para un veinteañero. La decoración era colorida y juvenil donde no podían faltar aparatos electrónicos como el ordenador de sobremesa que estaba utilizando para terminar un trabajo de la universidad.
Sonó el timbre. Lidia paró un momento de teclear. Miró a la puerta esperando oír un segundo timbre. Al no sonar, volvió la mirada a la pantalla del ordenador pensando: “No será importante”.
Pero volvió a sonar el timbre. Lidia, concentrada en su trabajo, volvió a mirar la puerta.
-¿Quién es?- dijo desde el sitio gritando.
-Soy yo, David.- Pudo oírse al otro lado de la puerta.
Lidia se levantó del asiento y se dirigió a la puerta principal. La abrió. Allí estaba David, de pie, esperando.
-Perdona, estaba con un trabajo de la universidad. Pasa.
-Si quieres vuelvo en otro momento.- dijo David, aunque en realidad no quería esperar. Necesitaba hablar con alguien de confianza.
-No, entra.
Lidia se apartó para dejar pasar a David. Este entró hasta el salón. A penas había estado en esa casa. Lidia vivía allí desde hacía tres años, pero siempre que se reunían con amigos lo hacían en casa de David por el miedo que tenía él de dejar a su padre solo.
David tomó asiento después de ver el gesto de Lidia invitándolo a sentarse.
-Bueno, cuéntame. ¿Qué te trae por aquí?- dijo Lidia un tanto curiosa.
-A ver cómo te lo explico…- quería contarle más de un acontecimiento y no sabía por cuál sería mejor empezar.-
-¿Te encuentras bien? No tienes buena cara.- Se preocupó Lidia al ver la cara de angustia de David.
-La verdad es que no muy bien. He tenido problemas esta noche.
-Te dije que me llamarás.
-En esto no podías ayudarme.
-¿Puedes explicarte?
-Ayer, cuando te fuiste, llegó mi hermana.- Hizo una pequeña pausa al recordar la discusión.- Llegó ayer de EEUU, empezamos a discutir hasta que acabamos hablando de la herencia y nos enfadamos.
-Seguro que lo arregláis pronto.
-No creo. Dije cosas de las que hoy me arrepiento.
Lidia, ante esa última frase, no sabía cómo consolarle.
-Cambiando de tema.- dijo David para evitar el silencio que iba a producirse.- He venido para pedirte ayuda.
-¿Sobre qué?
-Quiero que me ayudes a averiguar quién mató a mi padre.
Esa acusación tan grave sorprendió a Lidia.
-Tu padre no fue asesinado. La autopsia fue clara. Tu padre murió de cáncer.
-¿Y cómo explicas la sangre?
-Una hemorragia interna. La sangre pudo salir al exterior por una pequeña herida.
-Es muy extraño.
-Lo sé. Pero tiene coherencia, y la autopsia lo confirma.
David se levantó. Necesitaba despejarse. Era verdad que tenía coherencia, pero le seguía pareciendo extraño.
-Diga lo que diga la autopsia, mi padre fue asesinado.
Se dio la vuelta para mirar a Lidia.
-Y voy a averiguar quién lo hizo. Con tu ayuda o sin ella.
Lidia no sabía qué hacer. Por un lado la autopsia había sido bastante clara en cuanto a las causas de la muerte de Juan, pero no quería dejar tirado a David cuando le había pedido ayuda.
-Está bien. Te ayudaré. ¿Qué quieres que haga?
-Gracias.- David sabía que le resultaba difícil a Lidia ayudarle en algo así, aún creyendo que tenía una prueba contundente.- Para empezar, ¿podrías preguntar a tus profesores si tuvieron algún caso similar?
-Mis profesores son periodistas, no policías. Pero vale, lo haré.
David la sonrió agradecido.

domingo, 24 de enero de 2010

CAPITULO 1 - La Hermana Perdida

Hola a todos. Aqui os dejo el primer capítulo de Cosas Que Resolver. Espero que os guste.

PARTE 1 - Anónimo

CAPÍTULO 1 – LA HERMANA PERDIDA


David se había despertado al oír toser a su padre. Se levantó y se dirigió a su habitación. Juan, su padre, estaba, como desde los últimos dos años, postrado en la cama sin apenas poder moverse.
Hacía ya tres años desde que Juan volviera del médico, se acercara a su hijo y le informara del cáncer de páncreas que le acababan de diagnosticar.
David se acercó a la cama y le secó el sudor de la frente a Juan. Juan casi no podía hablar sin que le produjeran fuertes ataques de tos.
-¿Quieres algo papá?
-Si me trajeras un vaso de agua, por favor…
David salió de la habitación para, a continuación, dirigirse a la cocina. Llenó un vaso de agua y volvió a la habitación.
Al levantar la cabeza la imagen que vio le asombró. Su padre estaba empapado de sangre. David estaba paralizado. El vaso se cayó al suelo rompiéndose en pedazos. Parecía estar en shock. No sabía qué hacer. Pronto reaccionó y se acercó lo más rápido que pudo a la cama. Cogió el cuerpo inmóvil de su padre y lo sacudió con todas sus fuerzas, con la esperanza de que despertara.
David cesó de sacudirle. Juan estaba muerto. David dejó caer su cabeza al pecho de Juan y comenzó a llorar.
-Papa… papá… despierta… ¡despierta!- dijo David entre sollozos.
A los pocos instantes se incorporó, se limpió las lágrimas y cogió su teléfono móvil. Marco un número y se puso el teléfono en la oreja. A pesar de haberse limpiado las lágrimas, tenía los ojos llenos de ellas otra vez.


Juan seguía tumbado, pero ahora en una camilla, en el interior de una bolsa negra de plástico para cadáveres.
David observaba desde un segundo plano como dos empleados del servicio funerario cerraban la cremallera de la bolsa y se llevaban el cadáver fuera de la habitación.
A su lado se encontraba un hombre trajeado, de no más de cuarenta años, también del tanatorio, que le hablaba sin conseguir su atención.
-Su padre pagaba un seguro, por lo tanto usted sólo tiene que firmar aquí. Nosotros nos encargaremos del resto.
El hombre trajeado le ofreció un bolígrafo. David lo cogió y firmó los papeles que el hombre le ofrecía.


Dos días más tarde fue el entierro de Juan. David, junto con un grupo de amigos y familiares, todos con aspecto triste, estaban alrededor de un hoyo donde estaba el ataúd del cadáver de Juan. El cura, en un atril de madera en frente del hoyo, recitaba una oración por el difunto.
-Amén.- se pudo oír al unísono cuando el cura terminó la oración.
A continuación todos comenzaron a levantarse de las sillas de madera en las que estaban sentados. Se dirigieron a un pequeña mesa que sostenía rosas blancas. David, el primero en llegar, cogió una y la tiró al interior del hoyo.
-Papá, sólo espero que estés en un lugar mejor.- dijo a modo de despedida.
David se apartó para dejar al resto de los presentes que pudieran despedirse de Juan.


Todo el mundo se había marchado ya. David se encontraba solo, enfrente de la lápida de su padre.
-Papá, te echo de menos…- hizo una pequeña pausa para no comenzar a llorar.- Con respecto a Ana, dice que no ha podido venir. Tiene demasiado trabajo…
David se detuvo. Oyó unas pisadas detrás de él acercándose. Se dio la vuelta para descubrir quién era. En frente suya estaba Lidia, avergonzada por haberle interrumpido.
Lidia era una vieja amiga de David. Se conocieron un día por casualidad en el instituto, en el club de lectura. Lidia no solía ir a las actividades extraescolares que organizaba el instituto, como ninguno de los populares. Pero ese día fue. Al llegar se encontró con todos los empollones. Se sentía bastante incómoda ya que todos la miraban, hasta que conoció a David. David era el “bicho raro” del instituto al que nadie se quería acercar. Pero Lidia se encontró con un chico totalmente normal y supo que los rumores que corrían de él eran mentira, o no del todo ciertos. Desde ese día fueron inseparables.
-Lidia…- David sentía vergüenza de que le pudiera haber oído.- ¿Cuánto tiempo llevas ahí?
-No mucho.
Hubo un silencio incómodo. Lidia sostenía un ramo de flores.
-He comprado un ramo de crisantemos en un puesto que había por allí- señaló un lugar detrás suya sin concretar.- para que los pongas en… ya sabes.- No sabía si “podía” o no decirlo.
-En la tumba.- dijo David en un tono frío y tajante.
David cogió los crisantemos cuando Lidia se los ofreció y los coloco en la tumba de Juan. Se quedó mirando la lápida, ensimismado.
-La acaban de poner.
-Ha quedado muy bien.
Lidia se acercó a David y se puso a su lado. Se lo pensó dos veces antes de decir:
-Mientras veía, no he podido evitar oírte. No era mi intención…-
-¿Qué has oído?- la interrumpió David.
-He notado que estabas molesto con una tal… Ana.-
-No estoy molesto. ¡Ella puede hacer lo que quiera!- David parecía molesto.
Lidia cogió a David del brazo y lo hizo girar suavemente para que le mirase.
-A mí me lo puedes contar.
-No es nadie, ¿vale?
David se dio la vuelta y comenzó a andar alejándose de Lidia, dejándola sola en el cementerio. Lidia lo observó durante un par de instantes y luego volvió a mirar la lápida. Lidia comprendía por lo que estaba pasando. Hace unos años ella pasó por lo mismo.


Lidia conducía mientras David, sentado en el asiento del copiloto, meditaba sobre lo que acababa de ocurrir en el cementerio. Al mismo tiempo, miraba por la ventanilla, observando el paisaje.
-Lo siento.- dijo de pronto David.
-¿Qué?- Lidia no sabía a qué se refería, a pesar de la prontitud del suceso.
-Lo siento. Por mi comportamiento en el cementerio. Tú sólo intentabas ayudarme.- se explicó David.
- No te preocupes. Te comprendo. Estos son momento difíciles.
-Es mi hermana. Ana es mi hermana.- confesó David para no oír las compasiones de Lidia.
Lidia se sorprendió ya que en todos los años que llevaba siendo amiga de David, nunca había sabido que tenía una hermana.


En poco tiempo llegaron a casa de David. David se sentó en el sofá mientras Lidia preparaba algo para picar. Salió de la cocina y fue al salón. Le ofreció un vaso de Coca-Cola a David, quien lo cogió agradeciéndoselo al mismo tiempo. Se sentó a su lado.
-Estas cansado, ¿no?- dijo Lidia mirándole los ojos que ya estaban rojos del cansancio.
David asintió. Luego se incorporó y miró a Lidia a los ojos.
-Lidia, hoy te has portado admirablemente bien conmigo, y no lo voy a olvidar nunca. Hoy has sido como la hermana mayor que hoy no he tenido.
Se abrazaron calurosamente.
-He hecho lo mismo que hubieses hecho tú por mí. O al menos eso espero.- bromeó Lidia.
Los dos rieron. Lidia miró el reloj. El tiempo había pasado volando, y sin que ninguno de los dos se hubiesen dado cuenta, se había hecho de noche.
-David no quisiera cortar este buen rollo que tenemos, pero me gustaría que me contaras algunas cosas sobre Ana.
-Es una historia un poco larga para contar.- En realidad no le apetecía contarla ni hablar de su hermana.
-Cuéntame únicamente por qué se fue.- Ya se notaban los estudios de periodismo que estaba cursando en la universidad.
-La versión corta es que mi hermana se fue a Estados Unidos para trabajar cuando a mi padre le diagnosticaron el cáncer. Todavía no ha vuelto.- explicó David
-¿Cómo es posible que tengas una hermana y yo no me haya enterado en todos estos años?-
-No sé, casualidad, supongo.
Lidia había notado la desgana con la que hablaba David del tema. Volvió a mirar el reloj para consultar la hora.
-Yo me voy a ir. Ya es muy tarde y mañana madrugo que tengo clase.
David se levantó y la acompañó hasta la entrada. Lidia se puso el abrigo y a continuación se despidió de David.
-Si quieres cualquier cosa, cualquier soca- recalcó- sólo tienes que llamarme, da igual la hora.
-Descuida.- tanto él como Lidia sabían que no la iba a llamar y que solo era un teatro para quedar bien.
David abrió la puerta y Lidia se marchó.
-Ten cuidado…
David cerró la puerta. Por fin podía disfrutar de la soledad y del silencio de la casa vacía. Resopló. El timbre sonó. David, convencido de que era Lidia que se había dejado algo, abrió.
-¿Qué te has dejado…?
Al abrir la puerta no se encontró con Lidia. La persona que había era la última que esperaba encontrarse en la puerta de su casa.
-¿Qué haces tú aquí?- dijo David con algo de desprecio, aunque intentó disimularlo.
-Acabo de llegar de viaje. Supuse que me podía quedar aquí.
-Un poco tarde.
-Déjame entrar y te lo explicaré todo.- dijo Ana al mismo tiempo que dejaba en el suelo una bolsa de viaje que debía pesar una barbaridad.

jueves, 21 de enero de 2010

Fecha de Estrenos

Estaba esperando a tener unos cuantos capítulos escritos para empezar a subirlos. Tengo cuatro y he decidido la fecha de estreno:

DOMINGO 24 DE ENERO DE 2010.

¡¡Os espero!!

viernes, 15 de enero de 2010

Argumento

David es un jóven veinteañero que lleva años cuidando de su padre enfermo de cáncer. La noche del 15 de noviembre descubre a su padre muerto en la cama de su habitación, en extrañas circunstancias. Creerá que ha sido un asesinato. No dudará en pedirle ayuda a su amiga Lidia, periodista, la cual desde un principio no se siente muy atraida por la idea del asesinato.

Al mismo tiempo, el Anónimo les influenciará. Les dejará pistas del camino correcto que deberán seguir para delvelar el misterio. Parece querer ayudarles a descubrir el misterio, pero, ¿quién es el Anónimo? ¿Por qué cree, al igual que David, que su padre fue asesinado? Y, ¿por qué les ayuda?